• Vic Etcheverry. Diseñadora de interiores. Interiorismo. Paisajismo. Proyecto y dirección de obras.
    Los ladrillos fundacionales son añejos.
    Tal vez ni ladrillos, adobe. ¿Cien? ¿Ciento cincuenta años? Circa 1940. La fachada está adornada con molduras y celosías azules de mil tablas, que la protegen de soles veraniegos. Ladrillos, molduras y celosías azules, más una vereda angosta, en callejón adoquinado, de una sola trocha. Un farol a la derecha de la altísima puerta de madera, iluminando el paso a la próxima dimensión.
    En el centro, un gran hall circular.
    El alma de la casa. Lugar de paso, encuentro y corridas. Chimenea y pisos de ajedrez, juego para entendidos, amantes de la estrategia y la espera. Lo rodean dos habitaciones amplias, con ventanales desde donde charlaremos con los vecinos, cuando salgan a regar sus canteros. Charlas abstraídas del tiempo, sin ruidos de autos, solo interrumpidas por el paso del tren. Dicen que al vivir cerca de las vías, el oído se acostumbra a su chillido y rápidamente deja de escucharlo. Filtra.
    Cada espacio ES ÚNICO.
    Más allá de la galería, un generoso vergel.
    Pide un poco de amor. La habilidad de mi madre seguramente echará raíces en mí, para hacerlo crecer lento, a lo largo de nuestras vidas. En el espejo de agua, florecerán los irupés y las ranas encontrarán su sitio para cantarnos serenatas al encender el fogón.

    Habrá lugar para los muchos que quieran acompañarnos.

    De día, de noche, en los festejos y también cuando necesitemos abrazos. Aprenderemos a compartirla y la haremos propia, al fin.

    Busco la llave para entrar.  

    Nos espera, serena.  

    Vic.

     

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